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lunes, 31 de octubre de 2011

Flor

Impecable, vestido blanco, blanca la piel, blanca la honra.
Blanca paseaba por su campo con paso alegre. Apenas catorce años de vida.
En eso se encontró con una flor de manzanilla.
La miró, y no dudó en correr a tomarla.

Estaba a punto de arrancarla del suelo fértil, cuando su aroma la contuvo a su accionar.
El aroma meloso le impedía la atrocidad de cortar su tallo.
Se limitó a mirarla.
Un extraño calor la invadió de pronto.

Sus ojos acaramelados se entrecerraron.
Dejó que el aroma viajara por todo su cuerpo,
por las narices, la garganta, los pulmones.

El humo invisible de su olor entraba y salía,
haciendo que la muchacha sintiera unos espasmos que su cuerpo no conocía.

Cuando la nube color manzanilla pasaba por su pecho, los senos encendidos daban a la vista dos generosos pezones, ansiosos.

El aroma siguió bajando, hasta llegar a su entrepierna. Ahí sus dedos se empezaron a hundir. Tímidos primero, seguros pronto.

Abrió los ojos y vio la flor.
La extensión de su tallo produjo una repercusión en ella.
Recto, sólido pese a la pequeñez.

La muchacha no daba más de calentura.
Se imaginó ese tallo en dimensiones enormes, entrando y saliendo de ella.

Ya no aguantó más... y empezó a quitar los pétalos, a falta de un culo donde aferrarse.

-Me quiere?...-un pétalo...
-Mucho...- otro...
-Poco...-otro...
-Nada...

Cada pétalo que arrancaba era como una embestida fugaz.
Una penetración constante e invisible.
Un gemido salió de su boca.

Cuando a la flor ya no le quedaba nada,
la chica había descubierto lo que era un orgasmo.

Se sacudió los pétalos de encima,
blancos, como el vestido,
como la piel,
como su nombre...

Blanca decidió que estaba ya bueno de jueguitos,
pronto habría más tiempo para seguir deshojando flores.

Se fue a por la merienda.
Blanca la honra...aún...

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